¿Ciudades sustentables?
La sustentabilidad implica un estado estacionario: las generaciones futuras tienen las mismas oportunidades que las actuales y las pasadas. Sin embargo, el desarrollo implica mejorar, (el futuro es mejor que el pasado). Ambos conceptos son opuestos y, por lo tanto, no pueden alcanzarse… al menos no al mismo tiempo. ¿Podemos entonces hablar de ciudades sustentables?
El desarrollo sustentable es aquel “…que cumple las necesidades del presente sin comprometer las habilidades de las futuras generaciones de cumplir sus propias necesidades”, (Reporte Brundtland, 1987) e incluye tres dimensiones: la ambiental, la económica y la social. Además, algunas personas agregan la gobernanza como una cuarta dimensión, es decir, el cómo se administran las otras tres. Aplicando este concepto a las ciudades, vemos que las “ciudades sustentables trabajan hacia un hábitat ambiental, social, y económicamente saludable y resiliente para la población existente, sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones de experimentar lo mismo” (ICLEI).
Las tres dimensiones de la sustentabilidad, junto con la diversidad de actividades y condiciones particulares, hacen que cada ciudad busque caminos diferentes hacia ser sustentable. Esto parecería más sencillo en localidades pequeñas y viejas de países desarrollados, en las que a lo largo del tiempo se han invertido recursos e instaurado políticas es este sentido.
Un ejemplo de tales casos podría ser Wageningen, en los Países Bajos, que, aunque tiene sólo alrededor de 40 mil habitantes, cuenta con bastantes áreas verdes y en general es una ciudad limpia y con alto nivel de educación, tanto, que su universidad es una de las mejores del mundo en ciencias de la vida y, en 2017, ganó el premio internacional a la universidad más sustentable. Además, la zona de Wageningen es productora de alimentos, por lo cual la comida ecológica y local es muy común. Por si fuera poco, tiene excelente infraestructura para la bicicleta, así que una gran cantidad de los viajes de sus habitantes se realizan sin emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, siempre hay cosas por mejorar. En primer lugar, el alto nivel económico y la baja densidad de población implican un alto consumo per cápita de recursos. A esto se suma que la ciudad carece de algunos servicios importantes porque no tiene suficiente población para mantenerlos y, aunque la situación de sus pobladores es bastante equitativa, el alto costo de vida genera inequidad fuera de la ciudad. Finalmente, la falta de oportunidades de esparcimiento y de empleo hacen que, al terminar la escuela, muchas personas dejen Wageningen para irse a lugares más grandes y atractivos, por lo que la población es mayormente o de estudiantes o de ancianos.
En contraste con los Países Bajos, podemos ubicar la realidad de América Latina, donde la población sigue creciendo y se requieren mayores recursos para lograr la deseada y generalizada calidad de vida. Pero, tal vez el ejemplo de Shenzhen, China, nos ofrezca mejores ideas sobre cómo existen diversos medios para desarrollar nuestras ciudades.
Shenzhen fue la primera Zona Económica Especial de China, básicamente un experimento sobre cómo desarrollar la economía rápidamente aprovechando las condiciones locales. En los años setenta, el sitio era apenas una pueblo de pescadores de aproximadamente 30 mil habitantes. Fue en 1980 cuando recibió la designación de Zona Económica Especial, y para 2016 era una ciudad con cerca de 12 millones de habitantes (estimados en hasta 18 millones al considerar trabajadores temporales) con un ingreso per cápita comparable al de Dinamarca, de unos 49 mil dólares norteamericanos.
Para lograr tal crecimiento, el gobierno Chino construyó la infraestructura necesaria usando ingenieros del ejército, y formuló una legislación específica para fomentar la economía de la zona. Esto generó un impulso enorme a sus industrias, que aprovecharon el cercano puerto de Hong Kong para exportar a todo el mundo; ese momento de apogeo comercial fue cuando se popularizó el eslogan “Hecho en China” que todos conocemos. Sin embargo, la expansión económica trajo consigo mucha contaminación y grandes problemas sociales, debido a las enormes migraciones, que también generaron mucha inequidad. A pesar de todo, en años recientes Shenzhen ha impulsado desarrollos urbanos e industriales ecológicos y la ciudad ahora cuenta con espacios públicos muy importantes. A diferencia del paradigma que muchos tenían de cómo debía ser una estrategia de sustentabilidad, Shenzhen desarrolló la economía a costa del medio ambiente y la sociedad, y después utilizó estos recursos para mejorar la calidad de vida y volver la ciudad más ecológica. Esto muestra un ejemplo de cómo las condiciones locales (mucha gente en pobreza y un gobierno central fuerte, en el caso de China) determinan el tipo de estrategia que una ciudad puede seguir para volverse más sustentable.
Con ejemplos tan dispares como Wageningen y Shenzhen, ¿tiene sentido pensar en lo que es una ciudad sustentable? Hay muchos elementos a considerar en la sustentabilidad de una ciudad y cada una decide en cuáles trabajar de acuerdo con su situación. Por esto, no hay una ciudad sustentable tal cual, pero todas las ciudades pueden ser más sustentables, ya que siempre hay aspectos económicos, ambientales o sociales particulares que se pueden mejorar. Aun así, la comunidad internacional no cesa en el esfuerzo de establecer un punto de partida o una visión común por la cual luchar; tal visión quedó plasmada en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre los cuales, el 11, se concentra en los criterios para la mejora en la sustentabilidad de las ciudades entre el 2015 y el 2030, que consideramos relevantes y sin duda recomendamos leer. Si te interesa ampliar tu visión del tema, puedes consultarlos.